Esto me recuerda a aquellos hombres grises de Momo que le quitaban el tiempo a los ingénuos habitantes de la ciudad con ardides ilusorias y promesas utópicas. Menos mal que algunos no se dejaron seducir por el humo gris de la vanidad y encontraron el camino hacia una cotidianeidad más agradable.
Como mis hombres grises ya se han marchado, espero poder empezar a disfrutar del tiempo libre. El tiempo es oro, dicen, así que ya es hora de empezar a derrochar mi pequeña fortuna. Con prudencia, eso sí, no vaya a ser que la urgencia de tener tiempo vuelva a quitarle protagonismo a la importancia de disfrutarlo.
viernes, 1 de junio de 2007
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